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Gabrielle Duplantier. El lenguaje mudo de la fotografía

Entrevista realizada por el colaborador del Basquedokfestival David Tijero

El trabajo de Gabrielle Duplantier no es de los que deja indiferente. Por encima de modas y tendencias, ha sabido crear un fascinante mundo propio habitado principalmente por mujeres y niños que habitan paisajes que a pesar de sentirse cercanos se adornan de gruesas capas oníricas. 

Si bien tu formación se encuadra dentro de la rama artística, tus conocimientos en fotografía son más bien autodidactas, ¿sientes como una debilidad una posible falta de referentes a la hora de fotografiar o es quizás una formación ajena a la fotografía lo que te ha permitido encontrar un estilo tan personal?

No haber estudiado fotografía fue un complejo que arrastré durante mucho tiempo. Sin dominar del todo la técnica, me apoyaba únicamente en la mirada, en la búsqueda de la imagen. Avancé en base a equivocarme mucho, a dar rodeos para acabar llegando adonde quería. Pasé muchos años en una gran incertidumbre mientras me negaba obstinadamente a aprender. Hoy estoy convencida de que el no haber tenido maestros, referentes o una gran cultura fotográfica me permitió evolucionar hacia un estilo más novedoso.

“No haber tenido maestros, referentes o una gran cultura fotográfica me permitió evolucionar hacia un estilo más novedoso.”

Tu obra se ha comparado con la de fotógrafos como Michael Ackerman, Trent Parke, Anders Petersen o Roger Ballen, ¿te sientes de algún modo influenciada por alguno de ellos o estas conexiones estéticas están más en la mirada de críticos y espectadores?

El descubrimiento de las fotografías de Michael Ackerman en su libro Fiction me supuso un gran shock. Me puso frente a frente con la cuestión de la libertad en la fotografía, la libertad de hacer las fotos que uno necesita, sin que importe si son imperfectas o irreales. Más adelante descubrí los libros de Koudelka o de Julia Margaret Cameron, que también me han influido y generado nuevas inspiraciones.

 

Diane Arbus afirmaba algo así como que una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes de ella. Parece una buena definición de la impresión que producen muchas de tus imágenes. Producen más preguntas en quien las mira que respuestas.

Lo que me abruma en una obra es la impresión de estar a un pequeño lado del mundo real, pero con elementos ordinarios que pertenecen a él. Siento una gran emoción cuando me pregunto: ¿cómo es posible haber visto esto, haber estado allí? No reclamo nada con mis fotos, no digo nada en concreto, lo que busco es un misterio, solo me ilumino haciendo imágenes, sí, hay preguntas sin respuesta, y eso es bueno, la imagen tiene un lenguaje propio que es magníficamente mudo.

“No reclamo nada con mis fotos, no digo nada en concreto, lo que busco es un misterio.”

¿Es una casualidad la querencia por el universo femenino en tus fotografías de retrato?

En cualquier caso, no es algo intencionado o un proyecto en sí. Siempre me ha obsesionado el retrato femenino en la historia del arte, en la pintura o en la fotografía y en las heroínas en la novela o en el cine. Soy mujer y naturalmente me siento a través de otras mujeres. El retrato me ayuda a expresar sentimientos ambivalentes ante la vida, por su imaginería, y es en los retratos de mujeres o niños donde los encuentro de forma más precisa.

 

¿Cómo consigues esa intensidad, de una profunda sensación melancólica y trágica, en tus retratos, ¿son sesiones con preparación previa? ¿Las personas fotografiadas es gente que conoces o prefieres trabajar con modelos o actores?

Cada foto tiene su propio contexto, ya sea un retrato robado o algo más escenificado compuesto o en el medio. Prefiero mucho más fotografiar personas con las que paso tiempo y con las que tengo afinidades que a desconocidos. Mi primer modelo fue mi mejor amiga, luego probé con mis primas, más tarde con otras amigas, muchas de las cuales no habían tenido experiencia previa con la fotografía. A veces me he encontrado con personas desconocidas cuyo rostro de inmediato me generaba curiosidad y suscitaba historias en mí y tras fotografiarles, alguna de estas personas se ha convertido en alguien cercano para mí.

Háblanos de la influencia que Portugal tiene en tu fotografía, ¿de dónde viene dicha influencia?

Estoy ligada a Portugal por mis raíces: mis abuelos maternos eran de las Azores desde donde emigraron a los Estados Unidos y más tarde al sur de Portugal. Mi abuela vivió en Portugal desde que nací, así que he viajado allí toda mi vida para ir a verla. Lamentablemente acaba de morir, pero quiero tener cuidado de no romper ese vínculo… Cuando estoy en Portugal soy feliz, respiro un aire diferente allí, me gusta todo del país, sus olores, la música, la gente, el idioma, la naturaleza, incluso las ciudades. Tengo una serie no muy articulada de mis muchos viajes de ida y vuelta allí, y que voy aumentando al azar en cada viaje.

“Ser fotógrafo es algo asociado a la precariedad, incluso en mi país. Hay que saber multiplicarse para salir adelante y también saber vivir con poco.”


¿Cómo surge la idea de recopilar tus fotos en libros?, ¿cuentas con algún tipo de colaboración en la edición y selección de las imágenes que acaban por formar parte de un trabajo?

Desde hace mucho tiempo tenía en mente hacer libros y, tras muchos intentos fallidos con diferentes personas, aparqué la idea hasta que me contactó David Fourré de la editorial Lamaindonne.  Me ofreció trabajar con él para crear un libro a partir de mis fotografías. David no quería publicar una serie en particular, sino componer una historia con todas las imágenes escogidas de mis diferentes proyectos. El primer libro fruto de esta colaboración, Volta, publicado en 2014, así como conocer a David, fueron muy importantes en mi construcción como fotógrafa y perfilaron mi camino. Volta se agotó rápidamente, lanzándose una segunda edición en 2021, la cual también se agotó. Publicamos un segundo libro en 2018, Terres Basses y tenemos en mente publicar un tercero de aquí a uno o dos años. Trabajar con David es algo muy sencillo y alegre. Me ayuda a dar sentido y estructurar mi manera de hacer las cosas.

Desde el otro lado de los Pirineos, Francia se ve como un lugar donde la cultura y creación artística cuentan con un apoyo público y un prestigio del que aquí se adolecen, ¿es una impresión correcta o es algo más bien idealizado? ¿Es sencillo para un artista o creador vivir profesionalmente de su trabajo en Francia?

En Francia, hay becas, residencias, premios, pero las solicitudes son numerosas, los dossiers son tediosos de preparar y las plazas son muy limitadas, a menudo las convocatorias son para unos pocos o un único ganador, y alzarse ganador es algo que sucede de forma extremadamente ocasional. También se puede optar a subvenciones, pero no todos los artistas se sienten necesariamente cómodos con la documentación que deben preparar y dossiers que deben realizar para poder acceder a ellas. Ser fotógrafo es algo asociado a la precariedad, incluso en mi país. Hay que saber multiplicarse para salir adelante y también saber vivir con poco.

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