The Sleeping Land. El silencio en la tierra dormida
The Sleeping Land. El silencio en la tierra dormida.
Por David Tijero.
Colaborador del BasqueDokFetival
Dentro de las múltiples actividades desarrolladas en torno al Basque Dok Festival, destaca la proyección de “The Sleeping Land” de Alfons Rodríguez y José Bautista quienes han vuelto a colaborar para la realización de este documental de corte intimista y que, desde un punto de vista muy personal, da voz a diferentes habitantes de algunas de las zonas más recónditas de Siberia a través de un viaje a bordo del Transiberiano que les llevó a recorrer en pleno invierno más de diez mil kilómetros durante varias semanas.
¿Hubo un motivo específico por el que decidisteis hacer el viaje en el Transiberiano en pleno invierno cuando, debido a las inclemencias meteorológicas, todo fue probablemente más complicado?
Alfons Rodríguez: Decidimos llevar a cabo la producción de este largometraje, el viaje a través de Siberia y el lejano Oriente ruso en invierno, de una manera completamente intencionada, es decir, nosotros queríamos captar la dureza del entorno, la atmósfera que el frío y la nieve genera, y de alguna forma ya desde un año antes, cuando empezamos a hablar sobre la posibilidad de realizar este documental, una de las condiciones indispensables que nos pusimos es que se haría en pleno invierno y bueno, a pesar de saber que eso iba a ser una complicación añadida, ya que las bajas temperaturas pueden afectar a las baterías, a la condensación de las lentes e incluso a nosotros mismos ya que trabajar en el exterior a esas temperaturas puede ser complicado, pero a pesar de todo ello decidimos que tenía que ser así porque esa atmósfera que el frío crea en aquella zona era como un protagonista más del documental, un protagonista que tenía su papel y que influía en el desarrollo de lo que es la película.
«Una de las condiciones indispensables que nos pusimos es que se haría en pleno invierno a pesar de saber que eso iba a ser una complicación añadida»
¿Partíais con una idea predeterminada sobre lo que debería ser el documental al inicio del proyecto o ha sido el viaje y a quienes durante el mismo os habéis encontrado lo que ha ido definiendo el resultado final?
A.R.: Nosotros partíamos con una idea predeterminada sobre lo que debería ser «The sleeping land». Queríamos que fuera un documental en el que los protagonistas fueran en la mayoría de los casos siberianos anónimos, siberianos de a pie, ciudadanos a quienes te pudieras encontrar en cualquier otra parte del mundo, no queríamos los grandes estereotipos o personas que de alguna forma fueran relevantes dentro de la sociedad rusa. Sí que es verdad que, a pesar de ello, las respuestas que obtienes en las entrevistas siempre son impredecibles, sus actitudes, las reacciones de esos protagonistas, por lo que, por tanto, podríamos decir que si bien la idea principal era acercarnos mucho a esas personas para desgranar cómo es realmente la sociedad rusa en esa zona y en esa época del año, es verdad que el guion también se ha ido construyendo a partir de las palabras, las reacciones y los gestos de la gente con la que hemos hablado. Así que diría que aunque predomina la idea preconcebida, el resto también tiene un cierto peso en el resultado final.
¿Cuáles fueron las mayores dificultades técnicas a las que os habéis enfrentado? Un documental tan bellamente rodado y de tan alta calidad técnica da pie a pensar que ha implicado el uso de gran cantidad de equipo.
José Bautista: La mayor dificultad técnica fue, como te puedes imaginar, las condiciones climáticas dado que estuvimos grabando en febrero con una temperatura media en exterior de unos 25 grados bajo cero. Eso nos obligaba a tomar muchas precauciones con las baterías de todo el equipamiento de video y audio, seguir un protocolo de aclimatación cuando entrábamos en una casa después de rodar en exterior ya que los hogares suelen tener la calefacción a tope, así los equipos tendrían que enfrentarse a una subida brusca de temperatura de -25º a +25º en interior. Por otra parte, con esas temperaturas exteriores tan frías para Alfons y yo, – que no estamos acostumbrados a manejarnos en un ambiente tan gélido – era un tanto difícil para nosotros estar un buen rato en la calle o el campo, con el trípode encuadrando la toma idónea o con el equipo de audio grabando muchos minutos de ambiente exterior.
En cuanto al equipamiento utilizado, teníamos claro en la fase de preproducción que necesitábamos algo que no fuese muy aparatoso, más bien discreto y manejable dada la naturaleza de un documental caracterizado por numerosas entrevistas hechas en un muy corto espacio de tiempo en un territorio como el siberiano, donde había que moverse con agilidad, tener mucho cuidado con las autoridades, la seguridad en el tren Transiberiano, etc. Y por otra parte un equipamiento que conociéramos bien y proporcionase la suficiente fiabilidad y calidad técnica, algo que produjese un material audiovisual que reflejase exactamente lo que teníamos en mente cuando decidimos embarcarnos en esta aventura, ni más ni menos, solo lo necesario para poder producir lo que necesitábamos. En ese sentido, Alfons utilizó una cámara DSLR Nikon d800 con un amplio número de lentes fijas; yo utilicé una cámara de video Sony X70 y equipamiento de sonido Sound Devices con microfonía muy diversa Sennheiser y DPA, que me permitía grabar en diversas técnicas microfónicas, incluida la binaural.
«La alta formación cultural del ciudadano ruso no sólo se encuentra en los estratos sociales más, digamos, previsibles como la las clases medias-altas, sino que puede también localizarse en las clases más bajas. Eso es algo que nos puede resultar muy sorprendente por los estereotipos que tenemos en Europa en este sentido.»
En el documental aparecen ciudadanos rusos de toda edad y posición social. Sin embargo, en todos ellos destaca una sorprendente capacidad para reflexionar sobre algunas de las grandes preguntas de la vida, ¿hubo una especie de casting a la hora de elegir con qué ciudadanos conversar o fue una elección aleatoria y simplemente la rusa es una sociedad muy culta?
J.B: En la fase de preparación/preproducción del documental contactamos con nuestra productora en campo, Katya Dergacheva, para que hiciese una labor de investigación de posibles personajes “clave” que nos permitiese construir un hilo argumental en torno a la gran cantidad de personas que queríamos entrevistar. De ahí pudimos concertar una entrevista de algunos personajes, de los cuales finalmente solo dos de esas entrevistas concertadas aparecen en el documental – las intervenciones de Vladimir Burdin y el almirante en Vladivostok – . Todas las demás entrevistas fueron hechas “in situ”, sin casting ni preparación, pudiera decirse que literalmente abordando a los personajes en la calle o en el tren, o algunas entrevistas que surgían por medio de otras ya que el personaje conocía a alguien que pudiera ser interesante, etc.
La sociedad rusa es, como bien dices, muy culta, muy formada en diversas disciplinas como la música, el arte, la literatura, etc. Eso es una cosa que Alfons y yo ya sabíamos porque habíamos viajado con frecuencia a Rusia. Además, la alta formación cultural del ciudadano ruso no sólo se encuentra en los estratos sociales más, digamos, previsibles como la las clases medias-altas, sino que puede también localizarse en las clases más bajas. Eso es algo que nos puede resultar muy sorprendente por los estereotipos que tenemos en Europa en este sentido, pero allí es algo muy normal que con casi cualquiera que encuentres por la calle puedas entablar una conversación que llegue a unos grados de profundidad que sería algo difícil de alcanzar en nuestro país.
¿Cómo perciben los habitantes de zonas tan recónditas el mundo exterior? ¿Ansían viajar y conocer otros países y culturas o pertenecer a un lugar alejado de todo lo demás ejerce de alguna manera un sentimiento de comodidad dentro de ese su hábitat?
A.R.: Los habitantes de Siberia, en la medida en la que nosotros los hemos conocido, claro que ansían viajar y conocer otras realidades, aunque esto está marcado, no solo en Siberia, sino en muchos otros sitios, por un salto generacional. Bien es cierto que en Siberia, quizás se da un poco más ese salto generacional pues todos sabemos los cambios enormes entre lo que fue la antigua Unión Soviética y lo que es la actual Rusia y de alguna forma eso también ha marcado las respuestas y la empatía que puedes sentir hacia unos u otros entrevistados como espectador. La gente más mayor tiende a hablar más del pasado, de lo que era su vida en tiempos de la Unión Soviética mientras que las inquietudes de los jóvenes rusos que hemos entrevistado en poco difieren de lo que podría contar un joven de cualquier otra sociedad europea. La curiosidad que sentían los jóvenes con lo que estábamos haciendo no tenía nada que ver con la respuesta que hemos tenido por parte de las personas mayores.
«Podría decirse que Siberia no se ha despegado totalmente del periodo soviético y conserva aún hábitos sociales y estilos de vida que están muy alejados de lo que puedes ver en Moscú en la actualidad.»
Hace ya más de 25 años que la Unión Soviética desapareció y ya toda una generación de rusos ha nacido tras la caída de aquel imperio soviético, ¿Habéis podido percibir una brecha especialmente pronunciada entre quienes vivieron como soviéticos y la siguiente generación?
J.B.: En este sentido hay que diferenciar entre las personas que viven en las principales ciudades localizadas en la parte más occidental como Moscú y San Petersburgo, y los habitantes de toda la extensión siberiana. Si tú hablas o entrevistas a personas que vivan en Moscú y San Petersburgo esa brecha generacional sí que percibimos que es más notoria, podría decirse que la generación actual que vive en esas ciudades simplemente esa parte de la historia de Rusia no va con ellos, es un periodo totalmente superado y es como si les hablas de un cómic o algo así. En cambio, sí que percibimos una distancia menos estrecha en ese sentido cuando hablamos con ciudadanos siberianos de la actual generación y la que vivió durante el régimen soviético. Podría decirse que Siberia no se ha despegado totalmente de aquel periodo y conserva aún hábitos sociales y estilos de vida que están muy alejados de lo que puedes ver en Moscú en la actualidad. Se ve en cómo están construidas las ciudades, los barrios obreros, las fábricas en las que muchas de ellas puede verse la figura de Lenin grabada en lo alto de las enormes chimeneas, la austeridad de los hogares siberianos, los innumerables monumentos bélicos…. Es como un conjunto de elementos que te hacen a veces sentir que vives en un escenario como de película, donde puedes decir “así debió ser el estado soviético”. Todas esas circunstancias supongo que afectan también al día a día de la nueva generación, por eso es por lo que te comento que no percibimos una brecha tan pronunciada.
Si bien la palabra hablada tiene gran importancia en el documental, buena parte del mismo se construye a partir de imágenes y sonidos que fluyen como un ejercicio de poesía visual, imágenes y sonidos que crean una especie de lenguaje paralelo que consigue comunicar directamente con el subconsciente del espectador ¿Es ese quizás el gran logro del montaje del documental?
J.B.: Ciertamente, The Sleeping Land no es un documental en el que podamos encontrar un esquema narrativo más digamos “al uso”, en el que creamos una trama argumental con unos pocos personajes que hay que desarrollarlos claramente supeditados a una historia, o varias historias en forma de tramas que desembocan en un desenlace final. Ya desde las primeras conversaciones que tuvimos Alfons y yo mientras preparábamos el viaje teníamos claro que sentíamos la necesidad de liberarnos de un esquema más clásico y que nos gustaría incorporar cuantos más personajes mejor, recoger un buen número de testimonios personales que nos hablasen de temas que nos afectan como seres humanos en sentido general, no como una persona que vive en un lugar determinado del planeta, tiene tal edad y se dedica a tal cosa. En ese sentido, el estilo de montaje audiovisual que veis en el documental responde totalmente a lo que comentas. Podría decirse que el nexo de unión entre los diferentes personajes lo lleva a cabo el personaje audiovisual, es como un tren de sensaciones en forma de imagen, sonido y música que no nos abandona nunca, y en cierta manera también cuenta una historia, un relato que no es evidente pero que produce sensaciones. Y nos esforzamos mucho en que esas sensaciones no dejasen indiferente al espectador.
«El nexo de unión entre los diferentes personajes lo lleva a cabo el personaje audiovisual, es como un tren de sensaciones en forma de imagen, sonido y música que no nos abandona nunca, y en cierta manera también cuenta una historia, un relato que no es evidente pero que produce sensaciones.»
La imagen que de las vastas tierras de Siberia y los habitantes que aparecen en el documental se alejan notablemente de la idea, algo distorsionada, que de Rusia tenemos en Occidente, ¿habéis hecho un esfuerzo especial en obviar esos tópicos que pueden tener parte de verdad o la visión que en general tenemos de Rusia difiere bastante de la realidad?
J.B.: Exactamente. Ese era el objetivo principal y en el que mayor energía pusimos a la hora de producir y montar el documental. The Sleeping Land es una obra que habla de la vida en un lugar determinado del planeta tierra, un lugar hermoso y terrible a la vez, lleno de silencio y una historia ensordecedora. Pero podríamos haber hecho el mismo documental en Quebec o Ciudad del Cabo, lo único que hubiese cambiado en ese caso es el escenario…. Lo que a nosotros nos interesaban eran las personas, y fuimos a escuchar lo que tenían que decirnos, no a juzgarlas o llevarlas hacia nuestro terreno persiguiendo un objetivo estético, social o político. Cogimos nuestras cámaras, nuestros micrófonos y recorrimos 10000 kilómetros preguntando a unas personas que significaba el silencio para ellas.
¿Cuál intuis que va a ser el trayecto de este documental? ¿Con qué resultado os daríais por satisfechos a sabiendas de que no es un trabajo a priori destinado al gran público?
A.R.: En este negocio, por denominarlo así, es difícil intuir la trayectoria de un trabajo. Realmente hay muchos factores que influyen. Si bien siempre defiendo que la fotografía, la imagen, se crea por intuición, cuando llegamos a esa parte del negocio, la cosa se complica. Es difícil decir cuál va a ser la trayectoria. En cuanto a con qué resultado nos daríamos por satisfechos, como bien dices en tu pregunta, este no es un documental destinado al gran público, no está dentro del corte clásico de los documentales ni de los reportajes fotográficos. Es un trabajo donde la subjetividad y una visión muy personal de los propios autores predominan. De momento estamos en fase de testear con el público cuál es la respuesta después de visionar el documental y estamos al principio de toda una fase de festivales de cine documental en el que se exhibirá. Es una producción propia con pocos recursos hacer con pocos recursos, como es evidente, lo cual no está reñido con el hacer algo digno y que valga la pena tanto para los autores de la obra como para los espectadores, quienes a veces también necesitan ver este tipo de cosas y no solo cosas demasiado comerciales o evidentes. Siempre hemos apostado por un mensaje algo más íntimo y personal, algo más connotativo en el que el espectador podrá empatizar con esos personajes casi anónimos pero con los cuales en muchos casos se podría identificar. Creo que por ahí irían nuestras expectativas.